El discurso alucinógeno,
temperó su llanto y otra vez...
le volvió a creer.
La promesa embestida de pasión,
alimentó su ilusión y otra vez...
le volvió a creer.
El sobrio llanto en rojo de sus ojos,
conmovió su ira y otra vez...
le volvió a creer.
La fe en el amor que le tenía,
dormitó su memoria y otra vez...
le volvió a creer.
Su cómplice, el idilio.
su arma, el capricho,
enrevesados,
sostuvieron su crimen,
sin pena ni culpa,
sostuvieron su crimen,
sin testigos más,
que el de su propia conciencia.
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